Pocas veces un título ha tenido tanto peso como la cuarta Copa América de Brasil, lograda en julio de 1989 ante la Uruguay de Francescoli y Rubén Sosa en Maracanã. Este éxito de La Canarinha de Bebeto y Romário estuvo acompañado de simbolismo por tres razones históricas. Supuso la venganza del Maracanazo, cortó una doble sequía de 40 años sin ganar dicha competición y de 19 años sin alzar títulos y sentó las bases de una nueva era en la que Brasil pasó de tricampeona a pentacampeona del mundo.
El Deportivo rozó la Liga en la 1993/94. Solo el desenlace más cruel impidió la proeza: el título se escapó en la última jornada ante el Valencia en Riazor, con el penalti fallado por Djukić en el último minuto, después de encadenar 25 jornadas consecutivas como líder. Arsenio Iglesias puso en liza un equipo fijo, recitado de carrerilla en torno al 5-3-2: Liaño; López Rekarte, Voro, Djukić, Ribera, Nando; Donato, Mauro Silva, Fran; Claudio Barragán y Bebeto. Los once de Arsenio.