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Brasil campeón de América 40 años después

Copa América 1989. Alzó el título después de ganar 1-0 a Uruguay en Maracanã con gol de Romário 

 

Pocas veces un título ha tenido tanto peso como la cuarta Copa América de Brasil, lograda en julio de 1989 ante la Uruguay de Enzo Francescoli y Rubén Sosa en Maracanã. Este éxito de La Canarinha de Bebeto y Romário estuvo acompañado de simbolismo por tres razones históricas: 

 

Venganza del Maracanazo. El 75 aniversario de la Confederación Brasileña llevó la Copa América 1989 a la cuna de la samba. Era la primera vez que Brasil ejercía de anfitrión desde el Maracanazo y volvió a reencontrarse con Uruguay. Ambas selecciones se enfrentaron en la última jornada estando empatadas a 4 puntos– y se jugaron el título en otro mítico cara a cara en Maracanã. Esta vez, a diferencia de 1950, el triunfo se quedó en casa. 1-0 siendo Romário el goleador delante de 170.000 espectadores. Récord de asistencia de un partido de Copa América. La Verdeamarela se vengó del Maracanazo y desbancó a La Celeste, campeona de las dos ediciones anteriores.

 

Final de la doble sequía. Su anterior Copa América data de 1949, un año antes del Maracanazo, cuando el torneo aún se denominaba Campeonato Sudamericano. Durante este periodo hasta 1989 se conquistaron tres Copas del Mundo con Pelé como figura indiscutible. Pero desde México 1970, último Mundial de O Rei, los títulos oficiales brillaron por su ausencia pese al admirado juego de la Seleçao. La Copa América 1989 supuso el regreso al trono americano 40 años después y también puso fin a 19 años sin conquistas más allá de varios torneos. Final de la doble sequía. Inicio de una nueva era. 

 

Lazaroni, Parreira y Scolari. Este entorchado unió el hoy con el ayer y el mañana. Por un lado, saldó cuentas con el pasado, Maracanazo y doble sequía, y, por otro lado, sentó las bases del futuro pentacampeón del mundo. Tanto Carlos Alberto Parreira en 1994 como Luiz Felipe Scolari en 2002 utilizaron un estilo de juego parecido al de Sebastião Lazaroni. Los tres técnicos comparten la misma filosofía: contención, orden y transiciones rápidas sin mastiscar las jugadas. No obstante, Lazaroni fue el precursor. Probó en la Copa América 1989 que los títulos eran posibles alejándose del jogo bonito.

 

La Brasil europeizada de Lazaroni

 

Cansada de jugar bien y no ganar, la Confederación Brasileña pensó en Parreira y, al ser imposible sacarlo de Arabia Saudí, fichó a Lazaroni. El técnico, a sus 38 años, poseía tres Campeonatos Cariocas, uno con el Flamengo en 1986 y dos con el Vasco da Gama, 1987 y 1988. Un boom que le llevó directo al banquillo nacional. Sebastião cumplió el objetivo de resurgir al Brasil campeón, razón por la que lo contrataron en enero de 1989. Saldó una deuda de 40 años con una competición que no se le da especialmente bien a La Canarinha y solventó el plus de presión intrínseca al anfitrión. Pero las formas importan tanto como el resultado, eso es lo que siempre persiguió a Lazaroni. Bajo lupa por su fútbol conservador. De hecho, al principio de la Copa América estuvo más fuera que dentro. Solo los resultados podían sostenerle y lo hicieron hasta después del Mundial 1990. 

 

Lazaroni, joven, se rodeó de este mismo perfil. La edad media de su Selección en la Copa América osciló entre los 24/25 años. Tiró de bastantes integrantes de la Brasil olímpica de Seúl 1988 (plata). Le quedó muy buena escuadra y eso que le tocó descartar a Careca, Müller, Jorginho, Julio César y Mozer por distintas razones. Sebastião acertó al apostar por Bebeto y Romário cuando muchos pidieron que pusiera al Pichichi Baltazar, autor de 35 goles con el Atlético de Madrid. Otro protagonista destacado fue Mazinho, quien hizo olvidar a Jorginho. Mazinho entonces era lateral, pero pronto sería centrocampista. Hubo otras probaturas que, en cambio, cayeron en saco roto. El caso es que Lazaroni acabó dando con un once que funcionó sobre el 3-5-2: Taffarel; Aldair, Galvão, Ricardo Gomes; Mazinho, Silas, Dunga, Valdo, Branco; Romário y Bebeto. Por su parte, Alemão, Geovani Silva, Renato Gaúcho, Baltazar, André Cruz, Tita y Josimar también tuvieron mayor o menor protagonismo. En total fueron 18 los jugadores utilizados por el seleccionador durante el torneo.

 

El tricampeón Carioca fortaleció la defensa con tres centrales, Aldair, Galvão y Ricardo Gomes, y potenció el ataque con dos puntas, Romário y Bebeto, a los que se buscó con balones profundos. Teniendo el trivote formado por Dunga, Valdo y Silas una labor destructiva, correspondió a los carrileros Mazinho y Branco el suministro a los delanteros con sus subidas por las bandas. Romário y Bebeto aprovecharon estos balones, demostrando su exquisita calidad, y dinamitaron la Copa América. Bebeto, el máximo realizador del torneo, marcó seis goles y Romário tres. Nueve de los once goles brasileños se los apuntaron la pareja de modaLa Verdeamarela vivió de la productividad de sus arietes y de la solidez defensiva, siendo esto último lo que introdujo el seleccionador en su modelo europeizado. Taffarel solo encajó un gol durante siete partidos, obra de Carlos Maldonado en el primer encuentro ante Venezuela. El dominio de ambas áreas gestó este campeón invicto. Cinco victorias y dos empates yendo de menos a más. 

 

Del susto de la primera fase

 

Todo campeón surge a partir de la adversidad. A este respecto, el vencedor de la Copa América 1989 estuvo contra las cuerdas en la primera fase y superó los distintos hándicaps hasta encontrar su camino. Brasil quedó emparejado en el Grupo A junto a Colombia, Paraguay, Perú y Venezuela. Pasaron Paraguay como primero y Brasil como segundo. Ambos empatados a 6 puntos. Aquí La Canarinha sumó dos victorias y cedió sus dos únicos empates. Apurado pero adelante.

 

El anfitrión tuvo un plácido debut ante Venezuela, 3-1. Goles de Bebeto, Geovani Silva y Baltazar; como nota negativa la lesión de Tita (solo duró los primeros 11 minutos y se perdió el resto del torneo). A continuación se abrió la caja de truenos. Los 0-0 ante Perú y Colombia pusieron a Lazaroni y sus pupilos al borde del precipicio. El seleccionador alineó en ambos choques a Dunga, Alemão, Valdo y Geovani y dejó a Mazinho en el banquillo. Con cuatro mediocentros juntos se produjo embotellamiento. No funcionó. Como tampoco lo hicieron Baltazar y Renato Gaúcho de inicio contra la defensa zonal de la Colombia de Maturana. El pase a la fase final se complicó. Lazaroni quedó muy señalado, sonando Carlos Alberto Silva y Falcão para sustituirlePor si esto fuera poco, el Fonte Nova de Salvador mostró su rechazo a la Seleçao por descartar de la lista de convocados al delantero local Charles, del EC Bahia. La torcida quemó la bandera, pitó el himno y lanzó un huevazo en la cabeza de Renato Gaúcho, que manifestó que Bahia era tierra de indios...

 

Brasil abandonó Bahía y se jugó el pase frente a Paraguay en el Arruda de Recife, donde se mostró más relajado. Lazaroni encontró su alineación ideal, la cual mantuvo hasta el final. Entró Silas y recuperó a Bebeto, Romário y Mazinho. Salieron Baltazar, Renato, Alemão y Geovani. Con el equipo de gala, La Canarinha logró cuatro victorias seguidas que trajeron el éxtasis, empezando por el 2-0 a Paraguay merced a dos goles de Bebeto. El delantero de Salvador de Bahía, el mejor de Brasil en esta Copa América, selló la clasificación y salvó a su entrenador. Lazaroni se quitó la soga y, al final, fue aclamado como uno de los héroes a raíz de una fase final inmaculada.

 

A arrasar en la fase final

 

Paraguay, Brasil, Argentina y Uruguay se enfrentaron en la fase final. Liguilla de todos contra todos, disputada entera en Maracanã, de la que salió el campeón. Brasil y Uruguay ganaron a Argentina y Paraguay, a las que dejaron fuera de la ecuación, y se disputaron la gloria en una último partido que no fue realmente una final como tal. Lazaroni ganó la partida de la pizarra a Tabárez y el cuadro final quedó así: Brasil primero con 6 puntos, Uruguay segundo con 4 puntos, Argentina tercero con un 1 punto y Paraguay cuarto con 1 punto. Además de la revelación Paraguay, La Canarinha superó a la Argentina de Maradona, vigente campeona del mundo, y la Uruguay de Francescoli, campeona de las dos ediciones anteriores de la Copa América.

 

La versión mejorada se manifestó con toda su intensidad. El sistema defensivo continuó inexpugnable. Dunga, el sheriff, se fajó en labores destructivas. El stopper de la Fiorentina secó a Maradona y Francescoli. Casi nada. Por allí no pasó nadie y Taffarel mantuvo su portería a cero. Faltaba, sin embargo, mejorar arriba y se encontró la solución profundizando de fuera hacia dentro. Con Silas se mejoró en el pase, mientras Mazinho y Branco hicieron las veces de extremos. Ahora bien, el verdadero motivo del cambio residió en la transformación de Romário. De no ver puerta en la fase inicial a hacerlo en los tres partidos de la fase final. Absolutamente crucial junto a Bebeto. El dato es demoledor: los seis goles de Brasil en la fase final llevaron la firma de Bebeto y Romário. La diana de Romário que selló el 1-0 ante Uruguay y evitó otro Maracanazo. Antes de eso el doblete de Bebeto y el tanto de Romário en el 3-0 a Paraguay. Y antes el 2-0 a Argentina. Golazo acrobático de Bebeto tras dejada de Romário y buen gol del ariete del PSV driblando a Pumpido. Romário, en este mismo encuentro, realizó un mítico caño a Maradona. Siempre Romário y Bebeto. La pareja legendaria anticipó lo que haría en la Copa del Mundo 1994. Tuvieron otra actuación colosal que desembocó en la cuarta estrella de La Verdeamarela. En aquella Brasil de Parreira también estuvieron Dunga, Taffarel, Aldair, Mazinho y Branco. El Mundial 1994 tuvo su origen en la Copa América 1989. 

 

Se produjo una especie de carnaval en pleno julio por la cuarta Copa América, que vendría a ser la primera bajo este formato. Fiestón, no es para menos, estando 40 años sin levantar esta copa y 19 sin títulos oficiales. La cuarta Copa América, por cierto, también se ganó en casa. Como las anteriores de 1919, 1922 y 1949

 

 

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