El Porto ganó su primera Copa Intercontinental bajo una intensa nevada en Tokio
La intensa nevada caída sobre Tokio el 13 de diciembre de 1987 marcó la definición de campeón del mundo entre Porto y Peñarol en la Copa Intercontinental. Nevó antes y durante el partido y la final, en teoría, parecía vetada para los prodigios técnicos dada la imposibilidad de que el Azteca amarillo circulase en condiciones en un campo frío tan anegado. Pero a Rabah Madjer no se le resistió ninguna superficie por muy patatal que fuese y de nuevo fue decisivo –como en la final de la Copa de Europa ante el Bayern– para tumbar a Peñarol. El genio argelino provocó el 1-0 de Fernando Gomes al filo del descanso y, después del 1-1 de Ricardo Viera en la recta final del segundo tiempo, marcó el 2-1 en la prórroga. Toque sutil con suspense que valió el primer título de campeón mundial azul y blanco; también el primero del fútbol portugués. Los Dragones coronaron la cima más alta rodeados de un buen manto blanco. Nieve, mucha nieve. Dragones de hielo.
Los ochenta. Década del cambio, de los primeros trofeos internacionales. El punto de partida lo encontramos en Jorge Nuno Pinto da Costa. La llegada en 1982 del actual presidente (el más longevo de la historia del fútbol) como artífice de la transformación. Dos años después, en 1984, el Porto disputó su primera final europea, perdida ante la Juventus, y cinco años después, en 1987, alzó su primera Copa de Europa remontándole al Bayern con el memorable taconazo de Madjer. Ahí empezó el exitoso periplo de un Pinto da Costa que disfrutó de su primer equipazo: Madjer, Paulo Futre, Gomes, Rui Barros, João Pinto, Lima Pereira, Jaime Magalhães, Antonio André... El mandatario, especialista en comprar barato y vender caro, mantuvo el bloque aunque se desprendió de dos piezas clave. Salieron Futre, traspasado al Atlético de Madrid, y el técnico Artur Jorge. El trotamundos Tomislav Ivić dirigió a los de Das Antas una única temporada, la 1987/88, y logró la liga portuguesa, la Supercopa de Europa y la Intercontinental. Triplete histórico.
Diego Aguirre entró por la puerta grande en la historia aurinegra. Su definición en el último instante de la prórroga del partido de desempate ante el América de Cali valió la Copa Libertadores. La quinta de Peñarol. El primer gran éxito, por otro lado, de Tabárez, el joven DT de 40 años que se sentaba en el banquillo Carbonero. El Maestro armó un gran cuadro. Directo, pegajoso, duro. Un Peñarol que aportó cinco titulares a la Uruguay campeona de la Copa América de 1987, entre ellos Eduardo Pereira, La Guacha Domínguez, Obdulio Trasante, Chueco Perdomo y Gustavo Matosas. El Manya estaba en la cúspide. Y la de la nevada fue su quinta final de la Intercontinental. Ganó tres y perdió dos. Entonces era el equipo con más copas del mundo, el primer tricampeón mundial, mientras que el Porto disputaba su primera final de este certamen. Los Dragones, sin embargo, invirtieron la historia. Es como si Peñarol se hubiese quedado criogenizado en Japón. Valga la redundancia, ya que desde entonces el gigante de Montevideo se ha ausentado de las finales de copa del mundo dada su sequía en la Libertadores. Justo al revés que los lusos. El Porto se ha expandido y hoy es el equipo de Portugal que posee más títulos internacionales por delante del Benfica y Sporting. Suma siete: dos Champions League, dos Europa Leagues, dos Intercontinentales y una Supercopa de Europa.
Primera descarga de hielo del dragón
¿Por qué no se aplazó el Porto-Peñarol? La organización se negó a cambiar de fecha por motivos de calendario y derechos televisivos... Lo que se ganó es que los fotógrafos inmortalizasen el momento. Postales propias de Laponia en la única definición sudamericana-europea jugada con nieve. Temperatura bajo cero. Césped acuoso, blanco por los incesantes copos. Pies congelados. Muchos jugadores, nada acostumbrados a jugar en condiciones extremas, llevaron guantes. Lo que hiciese falta con tal de regatear la preocupante amenaza de hipotermia. El mítico Azteca hizo acto de presencia. Balón amarillo, ideal para condiciones de poca visibilidad. La bola también dejó instantes curiosos. En los primeros compases se reventó y hubo que sustituirla. Era imposible que botase, quedándose los pases retenidos muchas veces. Solo cabían los punterazos o las pelotas bombeadas. La batalla quedó reducida al cuerpo a cuerpo. Patio de colegio. Peñarol quiso imponer su ley. Pero los zagueros portistas, apoyados por André, se mantuvieron firmes. Solo disparos lejanos blocados por el polaco Młynarczyk, cuya seguridad insufló confianza a sus compañeros. El equipo de Ivić, cerca de la media hora, sacó a pasear su arsenal. Avisaron Magalhães y Rui Barros, este en una acción similar al gol al Ajax en la ida de la Supercopa. Y en el minuto 42 llegó el 0-1. Madjer desbordó por la derecha y Gomes, dos veces Bota de Oro, remachó en el segundo palo como lo hacen los cazagoles. Primera descarga de hielo del dragón.
Viera forzó la prórroga
El gol de Gomes picó el orgullo de uno de los clubes más laureados del planeta. Matosas sustituyó a Jorge Cabrera tras el descanso y los de Tabárez dominaron la segunda parte. Trasante colgó balones. Viera y Eduardo da Silva pisaron el área. Daniel Vidal se marchó unas veces de Augusto Inácio y otras le cerró el paso el lateral lisboeta. También João Pinto, Geraldão y Lima Pereira realizaron un encomiable esfuerzo de despejes. Peñarol apretó y el Porto se replegó defendiendo la ventaja. Aguirre rozó el gol en una jugada atropellada, bien solventada por Młynarczyk. En estas, Ivić sacrificó a Rui Barros y dio entrada a Quim, el único cambio de los portistas durante todo el partido. Mucho desgaste. El Decano, entre tanto, continuó a lo suyo como bien podía y esa perseverancia encontró el 1-1 en el minuto 80. Viera empató tras un córner botado por Da Silva. El gol varió los planes. Fin a la contención. Al ataque. Madjer casi marcó en el último minuto. Pase largo de Gomes, el africano le ganó la posición a Trasante y falló solo ante Pereira. La ocasión pudo haber evitado el extra time, pero, al mismo tiempo, convenció al Porto de que podía sentarse en el trono. 30 minutos más de fútbol-nieve entre tanto.
Madjer, siempre Madjer
El tiempo suplementario resultó el coto exclusivo de Rabah Madjer. El Porto, guiado por el mejor Madjer, barrió a Peñarol. Tabárez sacó a Jorge Gonçalves para fenar al extremo derecho, pero este estaba como si llevase los esquís puestos. En los minutos 94 y 100 lamentó dos ocasiones fallidas. Sin embargo, en el minuto 109 –inicio de la segunda mitad de la prórroga– anotó el gol que merecía. El 2-1. Sousa recuperó ante Vidal, rompió líneas y trazó el pase largo. Trasante llegó primero, pero Madjer se anticipó y batió de tiro exterior a Pereira, que estaba muy adelantado. Madjer decidió. Congeló a Peñarol. El Carbonero, perdido, buscó un empate que jamás llegó y lamentó la falta de rayos de sol. El Porto, en definitiva, salió campeón porque se adaptó mejor a la nieve. Fue superior en ambas áreas. Defendió mejor y suyas fueron las mejores ocasiones. Portugal tenía por fin su Intercontinental, siendo el Porto el único equipo luso en ganar la copa del mundo (Benfica perdió ante Peñarol en 1961 y Santos en 1962). Fernando Gomes, capitán, alzó la Copa Intercontinental. Lima Pereira, segundo capitán, la Copa Toyota. Por su parte, Madjer, elegido mejor jugador de la final, ganó el coche patrocinado por Toyota. Todo ello mientras seguía nevando. Dragones de hielo en el Nacional de Tokio.
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