“Ha debutado un chiquillo llamado Ricardo Zamora que ha parado todos los balones”

Zamora, como muchos otros, se forjó en la calle. Empezó a jugar en el colegio: "Chutaba un papel, hacía pelotas de trapo con cordeles, organizaba partidos a la hora del recreo... Un profesor, un padre escolapio, cuando los jueves por la tarde salíamos de excursión, me llevaba a un campo de fútbol. Se quitaba la sotana y nos pasábamos un par de horas él chutando y yo parando". Quizás a este escolapio haya que agradecerle la transformación de Ricardo en El Divino, ya que antes de ponerse los jerséis de lana, la gorra y los guantes hacía la veces de delantero centro. El balón, desde luego, suponía lo máximo. Pero todo pudo irse al traste a los 8 años por una herida con amenaza de gangrena. Por fortuna se recuperó y prosiguió con su hobby. Una vocación que le llevó, antes del Espanyol, al Universitari. 

Presenciaba los entrenamientos del antiguo equipo barcelonés del Universitari, en el que jugaban Amet, Lasplazas, Torrents... Zamora se ponía detrás de la portería, paraba los balones que le llegaban y los devolvía al campo. Hasta que un día se lesionó el guardameta: "Se retiró y me dijeron que me pusiera yo. Sin duda con ánimo de divertirse, de tirarme a dar el balón en la cara. Lo que se llamaba 'tirar a afeitar'. Pero, por lo visto, les sorprendió la forma en que evitaba que el balón me pegase en el cuerpo o en la cara. La sorpresa fue mayúsculas cuando a los pocos días vinieron a buscarme para que jugara un partido contra el Barcelona. En el primer tiempo me marcaron cuatro goles. Las piernas me temblaban. En el descanso me dieron dos o tres copas de coñac. Me animé, perdí la vergüenza. Solo me marcaron un tanto en la segunda parte y jugué con tal seguridad que sirvió para descubrir que tenía porvenir". La joven promesa del Universitari continuó destacando y después recaló en el club de su vida, el Espanyol. También a raíz de la lesión de otro portero...

Pere Gisbert, meta titular del Espanyol, causó baja para el amistoso ante el Real Madrid en O´Donnell y, entonces, el Espanyol reclamó a Ricardo Zamora. Llegó a un acuerdo de cesión con el Universitari y José María Tallada (tesorero blanquiazul y hombre clave en el fichaje de Zamora) convenció a los padres para que dejasen a su hijo viajar a Madrid en tren para el partido: "José María Tallada, persona vinculado a la alta banca en Barcelona y familiar mío, visitó a mis padres pidiéndoles autorización. El fútbol tenía poca importancia y mi padre no comprendía que yo fuera necesario para un equipo y mucho menos viajar a Madrid, que entonces 'estaba muy lejos'. Tallada porfió diciendo que él también iría y cuidaría de mí. Ante tal insistencia, mis padres no pudieron negarse. Para el viaje me pusieron pantalón largo porque vestía de corto. Tenía 15 años. Así, en abril de 1916, debuté ante el Madrid". 

René Petit emergía como la estrella de aquel Madrid (Santiago Bernabéu dijo que el francés y Di Stéfano eran los mejores que había visto). La escuadra blanca, ese mismo 1916, salió goleada por 4-0 por el tricampeón Athletic de Pichichi y Belauste en la final de la Copa. El Espanyol, por cierto, también cayó en las fauces de Los Leones en la final del año anterior (5-0). Por su parte, el enfrentamiento del 22 de abril entre merengues y periquitos se saldó con empate. Bernabéu marcó primero y Usobiaga estableció el 1-1. El Espanyol salió con Zamora; Sampere, Pakán; Juanico, Lemmel, Alvarado; González, Usobiaga, Vergès, López y Urgell. Zamora paró y mucho, empezando a labrarse la fama de mejor portero del mundo justo el día de su debut ante el que sería su equipo entre 1930 y 1936. Un talento precoz de 15 años triunfando en un fútbol diferente, de hombres fornidos con pañuelos en la cabeza. "Ya me había formado. Eran otros vuelos jugar frente al Real Madrid y, aún estando inquieto, no estuve nervioso, lo que justifica el primer elogio que recibí de parte de la prensa. Ha debutado un chiquillo llamado Ricardo Zamora que ha parado todos los balones que le han enviado, con todos los estilos habidos y por haber, con la misma facilidad que si se bebiese un vaso de agua". 

"Al regreso, José María Tallada se mostraba muy satisfecho elogiando mi actuación. Pero mi padre seguía extrañándose de un entusiasmo que no compartía, aparte de no entender de fútbol. Ya me quedé en el Espanyol, todo tenía mayor importancia, y fue cuando aumentó mi pequeña popularidad, así como el disgusto de mis padres porque cada vez era más difícil la situación con los estudios. Esta lucha duró un par de años y, como es lógico, pudo más la afición muriendo lo que pudo ser el médico en ciernes". El resto es historia. Espanyol, Barcelona, de nuevo Espanyol, Real Madrid y, por último, Niza en el exilio a Francia tras la Guerra Civil (llegaron a darle por muerto). Asimismo, con la selección española obtuvo la plata en las Olimpiadas de Amberes 1920 y se ganó el sobrenombre de Il Miracoloso en el Mundial de Italia 1934. ¿Triunfaría como ayer? "Creo que sí. Entonces había que estar pendiente del adversario y del balón. Ahora solo del balón, es más sencillo" respondió Zamora. Por ese motivo inventó el famoso despeje con el codo: "La zamorana era para defenderme. Las entradas de los delanteros eran violentas, brutales muchas veces, y permitidas por los árbitros. Si te distraías acabábamos el delantero, el portero y el balón en la red. Goles muy celebrados por el público. Recordemos aquella frase de Belauste ('¡A mí, Sabino, que los arrollo!')". Otros tiempos inmortalizados a través del Trofeo Zamora. Homenaje para el número uno, el que pasó 15 años de su vida en el Espanyol. Símbolo, referente total. Uno a cero y Zamora de portero.