El entrenador que condujo al Benfica a su etapa de máximo esplendor. Bajo el mandato de Béla Guttmann, el conjunto encarnado logró dos Copas de Europa consecutivas en 1961 y 1962, las dos que posee en sus vitrinas. Sin embargo, después de la consecución de la segunda orejona, la relación contractual del técnico con Las Águilas se rompió de forma brusca. El húngaro, reforzado por sus éxitos, solicitó una sustancial subida de sueldo que no se vio satisfecha y acabó saliendo del club. En su adiós prorrumpió la famosa frase premonitoria: “Sin mí, el Benfica no volverá a ganar una copa europea en 100 años”. Y, efectivamente, el Benfica se ha quedado seco desde entonces. Ha caído derrotado en las ocho finales que ha disputado: cinco de la Copa de Europa, una de la Copa de la UEFA y dos de la Europa League. La maldición de Béla Guttmann –como para tomársela a broma– sigue sin romperse, cual pesadilla encarnada.
Béla Guttmann nació el 27 de enero de 1899 en Budapest, en los tiempos del imperio austrohúngaro. Como judío sufrió en primera persona la Segunda Guerra Mundial. Por fortuna, esquivó el Holocausto y reapareció tras el conflicto bélico para retomar su vida tal y como la dejó. Entrenando. El húngaro dirigió durante su carrera a 21 equipos repartidos en 12 países de Europa y América. Este trotamundos dedicó la mitad de su existencia a recorrer el planeta para perfeccionar sus conocimientos. Estableció el ofensivo 4-2-4 y dominó la psicología en el vestuario y las ruedas de prensa. Un motivador nato con un carácter controvertido para bien o para mal. El magiar, a lo largo de los años, reclamó la figura del entrenador como parte indispensable en la estructura de un club. Lo hizo demandando una mejoría sustancial en las condiciones laborales en unos años donde los técnicos no se valoraban como merecían. Le funcionó al principio en el Benfica, pero le costó el cargo al final. Guttmann, a sus 60 años, consideró que se había ganado tal estatus por su amplia trayectoria. Con experiencias tales como Honved, Milan y São Paulo. Sin embargo, a un currículum como el suyo le faltaban los grandes títulos. Estos los obtuvo en el país luso.
Transformó al Benfica y fichó a Eusébio
El primer club del magiar en Portugal no fue el Benfica sino el Oporto, al que dirigió en la 1958/59. El Oporto de Béla Guttmann superó al Benfica en una ajustadísimo pulso por la Liga que se decidió por el golaverage (ambos equipos empataron a 41 puntos). El húngaro, a la temporada siguiente, abandonó el Oporto y firmó por el Benfica, donde vivió el ciclo más exitoso de su carrera. Guttman construyó el formidable Benfica, con Eusébio y Coluna a la cabeza, que se convirtió en uno de los referentes mundiales en la década de los 60. As Águias lograron dos Copas de Europa, dos ligas y una Copa de Portugal con el técnico natural de Budapest. Además de los títulos, este también se apuntó el fichaje de Eusébio. El húngaro supo de él gracias a un contacto brasileño suyo que vio jugar a la Pantera Negra en Mozambique. Béla Guttmann se adelantó al Sporting de Lisboa e incorporó al jugador más valioso que ha pasado por las filas del Benfica.
Guttmann logró las dos Copas de Europa ante el Barcelona de Kubala (3-2) en 1961 y el Real Madrid de Di Stéfano (5-3) en 1962. Ante el Barça, en la final de los postes cuadrados de Berna: hasta cuatro veces se toparon los azulgranas con esos postes rudimentarios de la meta defendida por Costa Pereira. La fortuna acompañó al Benfica, que estrenó su palmarés en la competición. Un año después, los de Guttmann superaron al Real Madrid en una gran remontada en la segunda mitad, culminada con dos goles de Eusébio (el mozambiqueño debutó en esta campaña con O Glorioso). Béla Guttmann dio la convicción necesaria a sus jugadores para derrotar al cinco veces campeón de Europa, el Madrid de Di Stéfano, Puskás y Gento: "Real Madrid viejo. Real Madrid cansado, no pueden ganar". Aquí, en esta final de Amsterdam de 1962, se cerró el círculo. Guttmann se había propuesto hacer campeón de Europa al Benfica. Lo logró dos veces seguidas.
El adiós y la maldición
Cuando todo hacía indicar que el Benfica extendería su dominio, llegó el principio del fin con el adiós del impulsor de esta obra. Guttmann acordó en su contrato inicial con el presidente Maurício Viera de Brito los siguientes emolumentos: un salario de 400.000 escudos y una prima por ganar la Copa de Europa de 300.000. Tras ganar la segunda orejona en 1962, el técnico solicitó un aumento del 65% de su salario: "Soy el entrenador más caro del mundo pero, mirando mis logros, soy barato". António Cabral Fezas Vital, el nuevo presidente, consideró que el judío sobrepasó los límites económicos. Béla Guttmann, que ya había sido despedido del Milan siendo líder, salió del Benfica rumbo al Peñarol de Montevideo. Adiós y maldición lanzada. El chileno Fernando Riera reemplazó a Guttmann en la siguiente temporada, la 1962/63. Entonces, los cimientos del legendario Benfica estaban asentados, por lo que la directiva entendió que sin Guttmann seguirían ganando. Este Benfica llegó a cinco finales de la Copa de Europa en la década de los 60. Ganó dos, las consabidas con el preparador húngaro.
Las ocho finales perdidas
El Benfica disputó su tercera final consecutiva en 1963, un año después de la marcha de Béla Guttmann. Jugó ante el Milan en Wembley. Eusébio adelantó a la escuadra lusa. Pero Altafini, con su doblete, certificó la remontada y dio la Copa de Europa a los rossoneri. Ahí empezó la maldición. Prosiguió con dos nuevas derrotas en las finales ante el Inter (1-0) en 1965 y ante el Manchester United (4-1) en 1968. Las palabras de Guttmann ya escocían entre la afición. Entre tanto, el ciclo de Eusébio finalizó sin poder añadir otro entorchado internacional. Después de tantísimo tiempo con la Pantera Negra, el Benfica se reinventó sin él y hasta los años 80 no reapareció en las citas decisivas. Y ya se sabe como acabaron. Tres finales, tres derrotas. Ante el Anderlecht en la Copa de la UEFA a doble partido (1-0 en Heysel y 1-1 en Da Luz) en 1983, ante al PSV (0-0) en los penaltis en la Copa de Europa de 1988 y frente al Milan (1-0) en la Copa de Europa de 1990. De nada sirvió que Eusébio acudiese a rezar a la tumba de Béla Guttmann en el cementerio judío de Viena antes de la final ante los de Sacchi.
El cambio de siglo trajo los últimos episodios trágicos. Dos dramas en dos finales consecutivas de la Europa League. El Benfica cayó ante el Chelsea (1-2) con un gol de Ivanović en el descuento en 2013 y contra al Sevilla (0-0) en los penaltis en 2014. Antes de la final ante el Sevilla, el Benfica inauguró una estatua de dos metros de Béla Guttmann en el Estádio da Luz el día que la entidad cumplía 110 años. "No tiene como meta exorcizar a nadie. Es un homenaje debido hace, al menos, 30 años" declaró entonces el directivo Rui Gomes da Silva. En cualquier caso, tampoco ayudó a aplacar la maldición, ya que el Sevilla superó a los benfiquistas en la octava y última final perdida hasta la fecha. Cinco de Copa de Europa, una de Copa de la UEFA y dos de la Europa League. No hay mal que 100 años dure. Dicen. Todavía quedan 40...
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